El brunch es mucho más que una comida: es un momento de disfrute, un espacio para saborear con calma una propuesta que combina lo mejor del desayuno y de la comida. Desde unos croissants recién horneados y fruta fresca, hasta los clásicos huevos benedict o un buen bacón crujiente, el brunch es un lienzo gastronómico lleno de posibilidades. Pero lo que realmente marca la diferencia es el maridaje perfecto. Más allá de los tradicionales cócteles como el Bloody Mary o la mimosa, existe una opción más versátil, elegante y sorprendente: los vinos de Jerez y los vermuts.
Criados mediante el sistema de soleras y criaderas, estos vinos aportan complejidad, estructura y equilibrio, cualidades que los convierten en aliados ideales para la diversidad de sabores que encontramos en un brunch. Servidos solos, en cóctel o acompañando platos dulces y salados, los vinos y vermuts de Jerez elevan la experiencia a un nivel que las bebidas clásicas difícilmente pueden igualar.
Un dúo clásico en la Inglaterra victoriana: jerez y galletas
¿CÓMO NACIÓ EL BRUNCH Y QUÉ PAPEL JUEGAN LOS VINOS DE JEREZ?
El brunch, tal y como lo conocemos, tiene su origen en la Inglaterra del siglo XIX, donde se disfrutaba como comida tardía tras las cacerías. Con el tiempo viajó a Estados Unidos, donde se convirtió en un ritual urbano de fin de semana: una forma indulgente y pausada de empezar el día. A comienzos del siglo XX, ya era una institución gastronómica en la que lo dulce y lo salado convivían en torno a la buena mesa y la conversación.
La magia del brunch está en el equilibrio: sabores intensos y ricos que se combinan con toques frescos y ligeros que mantienen el paladar vivo. Y ahí es donde los vinos y los vermuts de Jerez encajan de manera natural. Un fino o una manzanilla aportan la frescura y vivacidad; mientras que un amontillado o un palo cortado realzan la intensidad de carnes ahumadas o huevos. Para los más golosos, un pedro ximénez o un cream transforman tortitas o bollería en maridajes memorables.
CONTRASTES, VERSATILIDAD Y CÓCTELES
El brunch es un festín de contrastes: la untuosidad de una salsa holandesa frente al pan crujiente, el dulzor de un sirope frente al sabor intenso de los embutidos. Los vinos y vermuts de Jerez brillan precisamente en ese juego, aportando acidez para equilibrar grasas, notas de frutos secos para realzar sabores umami y dulzor para acompañar postres. Y su papel no se limita al maridaje: también son la base de cócteles únicos que añaden elegancia y creatividad a la mesa. Un refrescante rebujito o un sofisticado Adonis (con amontillado, vermut rojo y bitters de naranja) son solo algunos ejemplos.
Vermut Rosé & Tonic: una forma refrescante para acompañar el brunch.
UNA GAMA PARA TODOS LOS SABORES
La gran fortaleza de los vinos de Jerez está en su diversidad: desde la sequedad salina de un fino o una manzanilla hasta la intensidad golosa de un pedro ximénez. Esto permite acompañar con éxito desde unos huevos revueltos cremosos hasta carnes asadas con carácter. Una manzanilla fría realza ostras o salmón ahumado, mientras que un oloroso potencia platos más contundentes como huevos trufados o con setas.
ELEVA TU BRUNCH CON LUSTAU
El brunch es mucho más que alimentarse: es un ritual que invita a detenerse y disfrutar de la unión entre comida y bebida. Los vinos de Jerez y los vermuts de Lustau aportan frescura, profundidad y sofisticación a este momento. ¿Algunas recomendaciones? Nuestra Manzanilla Papirusa o el 3 en Rama Fino de El Puerto son perfectos con salmón, ostras y caviar; el Almacenista Amontillado del Castillo va ideal con carnes ahumadas y quesos; el Oloroso Don Nuño va perfecto con unos huevos benedict o huevos trufados; el clásico Cream East India Solera acompaña de maravilla los postres; y el Vermut Rosé son la base ideal para un cóctel de brunch con personalidad.
La próxima vez que organices un brunch, deja que los vinos de Jerez y los vermuts sean protagonistas. No son solo un maridaje: son una invitación a disfrutar de una experiencia más rica, sofisticada y memorable.